La pierna de Franklin Pérez* está vendada desde el tobillo hasta la cadera. Una bala le perforó el muslo izquierdo durante un operativo policial en el oeste de Caracas el 22 de julio. Lo que fue una emergencia se transformó en un largo calvario. Desde esa fecha, Franklin y su esposa permanecen en la sala de urgencias del hospital Dr. Miguel Pérez Carreño, adscrito al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss).
Las excusas que mantienen al hombre acostado en una cama se repiten cada semana. Un día no hay sangre para operar. Otro día, dijeron los médicos, faltaba el oxígeno. Después los quirófanos se contaminaron por una filtración.
Los días pasan, pero Franklin sigue en la emergencia, donde los baños no sirven y se le hace imposible asearse. Donde su esposa debe dormir en una silla junto a él cuando logra convencer a los vigilantes de que le permitan ingresar para acompañarlo. Donde padecen la falta insumos y el déficit de personal de salud.
“Me he levantado de madrugada para buscar a una enfermera que le ponga el tratamiento y no consigo a nadie. De día hay personal suficiente y son excelentes, pero por las noches no hay quienes los atiendan a ellos”, aseguró Lourdes, la esposa de Franklin.
La odisea de ingresar a la emergencia de un hospital público en Caracas es solo el principio. Tal como la épica, los pacientes deben sortear las dificultades de un sistema de salud colapsado para al final regresar a casa ya curados. Pero entre la enfermedad y la cura se interponen las fallas en el suministro de luz y agua, la falta de personal, el deterioro de los equipos, los daños a la infraestructura, la proliferación de bacterias y la escasez de medicamentos y material médico-quirúrgico.
El primer boletín de la Encuesta Nacional de Hospitales 2018 (ENH), divulgado en marzo de ese mismo año, alertó sobre la restringida operatividad de los hospitales del sector público. Para entonces, el estudio realizado por la organización Médicos por la Salud reportó que 20 % de los 104 centros de salud monitoreados denunció que sus quirófanos estaban inoperativos, mientras que 78 % dijo padecer fallas intermitentes que afectan su funcionamiento.
Del 1 al 12 de agosto, el equipo de Efecto Cocuyo visitó las emergencias del Hospital Universitario de Caracas (Clínico), del hospital de niños J.M. de los Ríos, del hospital Dr. Domingo Luciani, la Maternidad Concepción Palacios y el hospital Dr. Miguel Pérez Carreño. Según médicos, personal de salud, pacientes y sus familiares, las irregularidades en las diversas áreas de los hospitales de Caracas han prolongado la estancia en la sala de urgencias y en las camas de hospitalización.

“En el área de triaje (clasificación de los pacientes) los pueden dejar en la silla y ahí pueden pasar entre cuatro y seis días”, expresa un trabajador del Hospital Universitario de Caracas.
Solo dos quirófanos funcionan en el Clínico. De siete quirófanos, solo hay dos operativos en el J.M. de los Ríos. El único que hay en el área de emergencia del Pérez Carreño permanece cerrado, por lo que deben subir a los pacientes al cuarto piso, donde hay siete quirófanos. La Maternidad Concepción Palacios cuenta con solo tres quirófanos activos, al igual que el Domingo Luciani, donde los principales están en remodelación.
“Solamente tenemos tres quirófanos operativos en un área donde no funciona a veces el aire acondicionado, cuando debería estar al máximo para evitar la contaminación y proliferación bacteriana”, comenta un residente del hospital ubicado en El Llanito.
Para algunos, su paso por la emergencia es solo el inicio. La angustia permanece con el transcurrir de los días a la espera de una intervención quirúrgica.
En uno de los pisos de hospitalización del Domingo Luciani hay un cuarto lleno de niños. Todos pasaron por la emergencia y ahora deben ser operados. A diario sus familiares tienen que bajar por las escaleras para cargar agua, en el sótano del hospital, y volver a subir.
Sin agua
Esa realidad también se vive en otros centros de la red de salud pública. Uno de ellos es el Clínico Universitario, donde los pacientes y familiares deben buscar agua por sí mismos. Según el segundo boletín de la ENH, divulgado en noviembre de 2018, 70 % de un total de 40 hospitales monitoreados reportó haber sufrido interrupciones en el suministro de agua durante el período de evaluación (del 10 y al 16 de noviembre).

La intermitencia del servicio ha obligado a los familiares que comparten el cuarto del Domingo Luciani —sin aire y con poca luz— a acumular decenas de botellas plásticas llenas de agua para poder asear a los niños y mantener la limpieza del espacio.
Allí está la hija de Johana*. A sus tres años, se cayó y se fracturó un codo. Llegó a la emergencia del hospital ubicado en El Llanito, donde estuvo tres días antes de subir al cuarto de hospitalización. Debía esperar a que la operaran, pero 32 días después no la habían trasladado al quirófano.
“Nos dicen que no le pueden hacer el procedimiento porque no hay sangre en el Banco de sangre”, expresa. Las donaciones están restringidas por falta de personal.
Al hijo de Flor*, también de tres años, le cayó un lavamanos en el pie derecho. Estuvo todo el día en la emergencia sin comer. “Espérese” era lo que le decían a su madre. Cuando finalmente lo atendieron, no le fijaron ni suturaron bien el pulgar, que recibió el impacto. Su dedito se infectó y tuvo que regresar. En su segunda ida a la sala de urgencias, la atención fue rápida, pero lo contrario le ha sucedido en su estadía en el cuarto.
“Ya tenemos 22 días aquí. Mi hijo tiene cinco días que no lo ven. Tú buscas a un doctor y viene a los dos días. Mi niño agarró amigdalitis. Yo me enfermé”, describe.
Flor también sube envases con agua hasta la habitación, en la cual ha visto cómo se ha deteriorado la salud de los otros pacientes. Algunos —cuenta— suman tres meses a la espera. “Hay un niño que llegó con una fractura pequeña. Aquí empeoró y ahora necesita clavos y alambre”, dice. Ahora está determinada a salir de allí y llevar a su hijo a otro centro de salud.

Servicios a medias
Las deficiencias en los servicios, junto a la falta de personal y de medicamentos, a diario retrasan e impiden tratamientos oportunos para los pacientes de los hospitales. Las deficiencias en los laboratorios y otros servicios también obstaculizan el camino que recorren los pacientes antes de poder curarse.
En el Domingo Luciani no se realizan biopsias debido al cierre del servicio de Anatomía Patológica del hospital. Los equipos para realizar endoscopias están restringidos a estrictas emergencias. El laboratorio tampoco está activo. “En un año y medio el laboratorio solo ha funcionado por dos meses para hacer las hematologías”, cuenta un residente del centro de salud.
En abril de 2019, bioanalistas denunciaban que han tenido que recurrir a prácticas manuales de laboratorio que eran empleadas hace 40 años, cuando no existía automatización y el diagnóstico podía tardar hasta 20 días. La escasez de material, el déficit de trabajadores y la ausencia de donantes afectan de igual manera a los bancos de sangre.
Desde el 31 de mayo, la hija de Mary, de 11 años, tiene fractura de cabeza del fémur de su pierna izquierda. De Guarenas la refirieron a El Llanito. Su familia tuvo que buscar unos tornillos. Los consiguieron, pero la paralización del banco de sangre frenó su primer intento de operación.
Segundo intento. Un mes y medio después la bajaron a uno de los tres quirófanos de la emergencia. “Todo estaba casi listo pero la subieron porque no había cómo ponerle la anestesia”, relata Mary.
Mientras los días pasan —sin sangre o sin anestesia— la niña no ha podido volver al colegio. Sin éxito han tocado la puerta de otros centros de salud. “Me dieron un informe para solicitar ayuda en otros hospitales, pero dicen que están atesorando su sangre para sus pacientes”, expresa.
Aguardar a que atiendan a su hija es la opción de Mary, quien —sin recursos suficientes para llevarla a una clínica— desea que el tercer intento sea el definitivo.
*La identidad de las personas consultadas para este trabajo fue modificada o resguardada a petición de los entrevistados.