El 24 de julio de 2018 es una fecha que aún recuerdan los trabajadores del área de emergencia del hospital Dr. Domingo Luciani de El Llanito, al este de Caracas. Esa mañana, un encapuchado ingresó con un arma de fuego en su mano y le disparó a un joven apodado “El Ney”, quien recibía tratamiento tras haber sido herido en un tiroteo en Petare. “El Ney” se desplomó. Murió al instante frente a los demás pacientes de la Unidad de Politraumatizados.
“El hombre vino a matar y se fue”, rememora Betty, enfermera del hospital desde hace más de una década. Aunque había milicianos de guardia para garantizar la seguridad, el encapuchado logró escapar.
Ver cómo asesinan a un hombre, cómo golpean a un residente o cómo arrebatan un celular se han convertido en algunas de las vivencias en las áreas de emergencias —y sus alrededores— de los hospitales de Caracas. Trabajadores de la salud y pacientes son testigos de la inseguridad, la hostilidad y la oscuridad que reina en los centros de salud pública de la ciudad.
Un año después del suceso en el Domingo Luciani, Efecto Cocuyo revisó la operatividad y las condiciones de seguridad e iluminación de cinco servicios de emergencias en Caracas: J.M. de los Ríos, Maternidad Concepción Palacios, Domingo Luciani, Pérez Carreño y Hospital Universitario de Caracas (HUC o Clínico).
La precaución es una máxima en estos centros de salud, pese a la presencia de funcionarios de cuerpos de seguridad nacionales o seguridad interna. Según el segundo boletín de la Encuesta Nacional de Hospitales (ENH) 2018, realizada por la organización Médicos por la Salud con datos de 40 hospitales tipo III y tipo IV del país, 45 % de los hospitales registraron robos dentro de sus instalaciones.

“Hay presencia de dos o tres funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB). A veces hay funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y a veces no”, expresó una enfermera del hospital Pérez Carreño.
Las personas que se atienden en la emergencia del hospital adscrito al Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (Ivss) y sus familiares reciben constantes advertencias de los trabajadores de la seguridad interna del hospital. “Aquí la señal (telefónica) es muy mala y tenemos que salir para llamar. Nos dicen que no saquemos los teléfonos porque los arrebatan, los roban”, relató la pareja de un paciente de la sala de urgencias.
Un pasillo o cubículo con bombillos que no alumbran es una escena que se repite en los hospitales. De los cinco visitados, el Clínico es el más lúgubre. Cada piso del HUC tiene alguna deficiencia de iluminación. “Mi servicio parece una cueva de lobo, oscuro de punta a punta. Cuando estoy aquí y me toca bajar, no bajo. Una vez que subo, no salgo”, cuenta una enfermera con 18 años de experiencia en el HUC.
El personal de seguridad del Clínico —conformado por vigilantes y personas señaladas como “colectivos”— se apuesta en la entrada del hospital. También controla la entrada a la sala de emergencia, un área estrecha sin aire acondicionado y sin suministro de agua. Un pasillo entero permanece sin luz y conecta con la entrada del único baño operativo para pacientes. Al lado de la puerta del sanitario, entre olores, personas permanecen acostadas en camillas atravesadas en medio del corredor, dejando un espacio mínimo para caminar.
“¿Para dónde van?” y “¿a qué vienen?” son preguntas constantes en las puertas que están controladas. Pero no todos los servicios tienen estas “alcabalas”. Según los trabajadores del Clínico, la falta de seguridad en las rampas que conectan los pisos facilita los hurtos y los escapes.
“Al menos en el piso 10 la escalera tiene una reja con candado y tiene vigilancia, pero los otros pisos no”, dice una enfermera. Sin embargo, el trayecto tampoco es seguro. Trabajadores han sido víctimas de robos en el camino de ida o de salida en la Universidad Central de Venezuela. “Cuando uno sale en la noche, eso parece una guillotina. Nos quitan las pertenencias, nos roban en el camino”, agrega.

El personal de seguridad del HUC no tiene radios para su comunicación interna. En ocasiones hay presencia de funcionarios de la GNB o de la PNB en el hospital, pero solo cuando hay operativos policiales en las zonas cercanas.
El hospital Dr. Domingo Luciani también tiene asignados funcionarios de la milicia y de la PNB para “garantizar” la seguridad. No obstante, médicos y pacientes se cuidan en las zonas de mayor oscuridad. “Intentamos evitar caminar por las escaleras en la madrugada”, dice un médico de la emergencia.
Más hostilidad
El comportamiento agresivo de algunos familiares que llegan a las emergencias también afecta a la seguridad del personal. Según la ENH 2018, 62 % de los hospitales registraron algún tipo de violencia hacia el personal de salud por parte de familiares de pacientes.
Cuando le niegan el ingreso a un paciente, tras haber acudido a varios centros de salud, o cuando el médico informa que debe referir al paciente, aparece la hostilidad.
“Hay muchos papás que amenazan. A veces estamos colapsados y sin cupo y tenemos que referirlos. Las personas están desesperadas y arremeten contra nosotros”, explicó una doctora del área de emergencia del hospital de niños J.M. de los Ríos. Recuerda el 19 de agosto de 2018, día en el que golpearon a una residente de Pediatría en el Triaje por no hacer una radiografía debido a que la máquina estaba dañada.
El al J.M. está custodiado por milicianos o seguridad interna del centro. A pesar de ello, a veces no hay vigilantes en la emergencia.
“En el área de triaje a veces llegan los papás de otros hospitales donde no los atendieron y llegan agresivos porque la situación se repite en todos los centros de salud. Todos están colapsados, no tienen insumos y no quieren aceptar a los pacientes así”, expresa.
En el caso de la Maternidad Concepción Palacios, la inseguridad está más presente en los alrededores del centro. “Siempre que exista una explicación y buen trato, los pacientes entienden. Inseguridad hay más en el área externa que interna del hospital”, explica una trabajadora.
En el Pérez Carreño, los doctores también han sido agredidos. Entre el 8 y el 11 de junio de 2018, dos doctores fueron golpeados en la emergencia. Tres semanas antes, un grupo de sujetos con armas de fuego ingresó a la unidad de diálisis para robar a los pacientes.
“Mundo perdido”
En el hospital Pérez Carreño, no muy lejos del área de emergencia, se encuentra el servicio de Neurocirugía II. Está cerrado por fallas estructurales y malas condiciones. Su pasillo y sus cuartos permanecen sin luz, con algunas camas abandonadas. Otros espacios permanecen vacíos. Coloquialmente se le conoce como “mundo perdido”. “Por aquí roban y hacen de todo”, relata una enfermera.
Espacios como el “mundo perdido” del Pérez Carreño se repiten en el Clínico. El cierre de los servicios de Neurología y Gastroenterología del Hospital Universitario de Caracas ha dejado desolados y oscuros los cuartos de hospitalización en lo que va de 2019.

La identidad de las personas consultadas para este trabajo fue resguardada a petición de los entrevistados.